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La cita se celebra en Cannes. La firma L’Oréal organiza un almuerzo de prensa en el que estará la estrella, obviamente imagen de la marca, Evangeline Lilly, una de las protagonistas de la serie más famosa del mundo, “Perdidos” (cuya quinta temporada se puede ver en Fox y la sexta y última está grabándose en Hawai).

“Evidentemente, todo lo que hablemos en esta mesa no es publicable, ¿no?”, comenta entre risas mientras discurre el almuerzo. Todo el mundo asiente, esperando alguna declaración explosiva. Pero no. Es la forma que tiene de relajarse y no tener la sensación de tener que ser agradable de manera forzada. Porque a pesar de su dulzura, la actriz es famosa por levantarse en mitad de una entrevista si las preguntas van por derroteros excesivamente personales y por abominar de la parte más complicada de la fama, hasta el punto de plantearse seriamente dejar la interpretación.

A pesar de todo, la comida termina con una petición formal de entrevista para Mujer hoy. Para quien no lo sepa, entrevistar a una actriz planetaria pasa por la aprobación de agentes, publicistas, distribuidora y relaciones públicas. Y, aunque su compromiso profesional terminaba ese mismo día, accedió a estar en el mismo lugar y la misma hora, al día siguiente, para así practicar un poco más ese discreto español que aprendió en Sevilla, una de las muchas ciudades donde ha logrado perderse de verdad.

MUJER HOY. “Perdidos” es ahora un fenómeno de masas a nivel mundial, pero cuando leyó por primera vez el guión, ¿imaginó algo así?

EVANGELINE LILLY. Cuando se rodó el episodio piloto no lo podía imaginar, pero para el primero se presupuestaron casi 12 millones de euros. ¡Entonces fue cuando empecé a notar que algo muy bueno iba a pasar!

M.H. Junto a “Los Soprano”, ha sido una serie capaz de cambiar la historia de la televisión. ¿Se tiene conciencia de ello mientras se hace?

E.L. Sus creadores siempre tuvieron la intención de subir el listón de la televisión y hacer cada episodio como una mini película, ahí radica parte de su éxito. Y ahora se aprecia que se está copiando esa idea porque, por ejemplo, hay actores de cine que están trabajando en televisión algo que jamás había pasado antes en Estados Unidos. Así que “Perdidos” no sólo ha cambiado la forma en que se hace televisión, sino también la forma en que la gente la ve.

M.H. El fenómeno también le ha abierto otros horizontes profesionales, con contratos publicitarios… ¿Era la guapa de clase?

E.L. Pues no, la verdad [risas]. Cuando era más joven era muy flacucha, tenía pecas, llevaba aparato en los dientes, el pelo corto, apenas tenía una figura definida… Vamos, no creo que fuera demasiado femenina sino más bien el patito feo. Realmente no llamé la atención de los chicos hasta más tarde. Hasta los 16 o 17 años, que cambió la cosa.

M.H. ¿Esa parte “masculina” es la que deja ver en la Kate que aparece en las primeras temporadas de la serie?

E.L. Para mí fue más sencillo ser fuerte, correr, saltar, disparar, luchar… que mostrar su parte sensible y frágil aunque, la verdad, todo fue bastante natural. Quiero decir que la fragilidad también forma parte de mí. Cuando tenía 24 años, que es cuando empezó la serie, era muy sensible por dentro, pero fuerte por fuera. Así que Kate y yo éramos muy parecidas.

M.H. ¿Los tiempos de rodaje son complicados?

E.L. Los primeros tres años rodábamos en nueve meses cada temporada, trabajando de 12 a 20 horas diarias. Es mucho tiempo… La cuarta y la quinta temporada conseguimos rodar sólo cuatro o siete meses. Ahora, en agosto, ya estamos metidos de lleno en la temporada final.

M.H. Su madre es una fan de la serie. ¿Le pregunta por el final de las tramas antes de que se emitan?

E.L. Cuando me hace preguntas le digo lo que sé, aunque normalmente mi familia no suele preguntarme esas cosas porque sabe que me pone en un compromiso. Y, además, yo sólo sé lo que estamos grabando, normalmente sólo vamos cuatro o cinco episodios por delante de lo que se está viendo en televisión, pero no sé cómo va a acabar…

M.H. ¿Cómo se imagina el final de Kate en “Perdidos”?

E.L. Pienso que está destinada a quedarse en la isla. Y personalmente creo que tendría que quedarse con Jack. Y no quiero decir mucho más porque, si acierto, luego dirán que ya lo dije y que desvelé el final [risas].

M.H. ¿Qué le gustaría hacer cuando finalice la serie?

E.L. ¿Mi sueño? Me gustaría ser escritora. Es una de mis pasiones. Escribo novelas, libros, historias para niños, cuentos, poesía… Cualquier cosa que me viene a la cabeza la escribo. Y me encanta, me llena. Adoro escribir. Me gusta contar historias no reales, ficticias. Pero es cierto que me veo incapaz de escribir algo como el final de mi serie, así que se me hace raro saber que quiero escribir pero que hay sitios donde no sería capaz de llegar.

M.H. ¿Pero quiere continuar con su carrera de actriz?

E.L. No lo sé. Ya se verá.

M.H. Entonces, ¿tiene ganas de volver a casa y estar tranquila?

E.L. Sí, porque echo de menos estar en Canadá, una vida tranquila… Esta vida es muy cansada. Es genial, estoy encantada y muy agradecida, pero un tiempo de tranquilidad estaría muy bien. Estar en casa, leer, ir en bici… Además no me gusta nada la fama. Ése es precisamente uno de los motivos por los que puede que tras esta etapa me dedique a escribir y aparque de momento la interpretación.

M.H. Con todo este éxito, ¿quién ha cambiado más, usted o su entorno?

E.L. Ambos. Todo el mundo cambia. Si no lo haces no creces y si no creces eres patético. Para mí, cambiar es evolucionar. Pero el mundo a mi alrededor lo lleva diferente. La gente reacciona conmigo de forma distinta y eso me entristece. Estoy convencida de que la gente antes me trataba de una forma más real. Es desconcertante, porque ahora nunca sé qué es verdad y qué no.

M.H. Pero si lo pone todo en la balanza… ¿Está contenta?

E.L. Sí, pero es duro y no me hace plenamente feliz. Aunque voy encontrando mi sitio en la industria, mi centro y mi manera de hacer las cosas. He aprendido a separar la fama con el hecho de actuar, algo que es un arte y, como tal, muy bonito.

M.H. Su personaje está perdido en una isla, pero ¿dónde se pierde Evangeline?

E.L. Una de las últimas veces fue el verano de 2006. La serie ya era un fenómeno y me escapé en un viaje por Andalucía. Miré en internet y busqué pueblos pequeños con fuerza, belleza y personalidad. Leí que en Tarifa hacían surf y yo lo practico mucho, así que pensé que era un buen sitio para ir. Y en Béjer conocía a unos amigos, así que también fui. Y a Carmona llegué porque descubrí un hotel maravilloso donde hacen libros a través de una web, www.hiphotels.com. Y como estaba en Carmona, pues visité Sevilla. España es uno de esos países que me provocan misterio. Cuando estuve no pude entender muchas cosas porque es un lugar muy alejado a mí. Y claro, mi español no ayuda porque no va más allá del hola… y adiós.